Las veces
que me perdí en mis pensamientos porque no estaba bien, fue una razón de tomar
aquello que sabía carecía de sentido. Me encontraba entre lo que deseaba, lo
que era y lo que debía ser. A mí no me interesaba lo que debía ser, yo quería
que fuera de alguna u otra forma.
Forcé todo,
completamente todo y me perdí en el intento. Creía que si daba todo de mí por
ello, iba a suceder. Seguramente estaba ahí porque ese era mi lugar, ¿cierto?
Usualmente no iba por la vida saltando por obstáculos, porque todo había sido más
sencillo.
Barrera
tras barrera… ¡Las derribé todas!
Terminé
cansada de ello, terminé adolorida y pensé: “Duele, pero es lo que deseo. Esa
soy yo… se supone que sea yo porque es lo que deseo”.
Y no… No entendía
lo que mi mente procesaba. Estaba siendo injusta conmigo misma. Me importaba
muy poco caer muchas veces por algo que no estaba dando nada por mí, y el golpe
no fue el de haber caído al derribar los obstáculos; el golpe fue haberme
desinteresado de mí.
No es que
deseas lo que sos, sino que deseas lo que no sos. Vas por la vida persiguiendo
algo o alguien que es lo que no sos, porque te hace sentir diferente y no das
vuelta atrás. Te colocas en una posición en donde tu enemigo sos vos, porque
sea como aquello te haga sentir, queres estar ahí y no te das cuenta que un
deseo no es lo que sos. Es ahí cuando entendí que me perdía a mí misma entre el
juego de exteriorizar mi felicidad.
Se aprende
fallando, supongo pero esa herida pudo ser menos profunda de haberme dado
cuenta que valgo demasiado y más que algo que solo pisoteándome podía tenerlo.
*Asimilemos
esto como una situación actual, y vamos a darnos cuenta en donde nos hemos ido
perdiendo así mismos.*
Nada del presente, es parte de la idea de que la reflexión nos
lleva lejos en el objetivo de ser mejores personas.
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