La fuerza
es una característica que nos compete a todas y todos. Cuando nos dicen “sé
fuerte”, es porque debemos aprender a lidiar con nuestras emociones. El no
hacerlo es cuestión de “minoría”, y es como si pudiéramos quebrarnos a ciertas
circunstancias pese a que estas duelan.
Es como a
un hombre que llore. A un hombre se le puede categorizar como “poco hombre” de
quebrarse ante situaciones que están perjudicándole. Esa imagen de fortaleza no
incluye el hecho de que hasta una roca puede quebrarse. Por muy dura que esta
sea, siempre hay quien pueda destruirla y eso no indica que en si esta sea
menos fuerte. Posee su punto débil y ese es el que la desploma.
Cuando
comprendamos que ser fuerte es haber tocado el suelo, sabremos que mucho de allí
que creemos fielmente puede ser algo grande, tiene su razón de sentirse. No por
los obstáculos y caídas meramente desgarradoras, vamos a perderlo todo. En
realidad, lo que nos queda es llorar de pie, y no hacernos los fríos cuando no
libramos todo aquello que debe eliminarse de nuestro ser para llegar a un sitio
más grande.
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