Esta es
la última carta y es un cierre a lo que alguna vez sentí por ti. Como si se
tratase de una historia me propongo a llevar poco a poco a la imaginación como
mis sentimientos transcendieron a medida que tú y yo éramos más unos enamorados que
unos completos desconocidos. Me hace recordar cuán feliz pude ser y cuánto dolió
cuando tropecé y pegue de frente contra la pared. Y te dices que aquello era
tan perfecto para ser verdad, ¿Cierto? Cuentas y cuentas los días y te das
cuenta que si era la realidad.
Y la última carta dice: Tu seudónimo
será “innombrable”.Venia de esa época en la que sentí que seguramente no
iba a ser el “primer lugar” para nadie. No era propiamente un corazón roto, será
que la decepción sencillamente estaba ahí. Tu y yo estuvimos en el mismo sitio
un día –lo recuerdo muy bien- y si debo serte sincera, ese día te observé entre
la multitud sin siquiera tener un porqué. Y esta será una de las rarezas que me
caracterizan: Cuando veo detenidamente a una persona se vuelve en alguien muy
importante para mí. Fue lo que sucedió contigo.
Sabes,
realmente te detestaba… ¡Te detestaba! Eras de esas personas que me sofocaban y
no entendía mis razones. Detestaba aun la idea de que en varias ocasiones te vi
de lejos pensando en lo atractivo que era “ese chico” y eras tú. ¿Cómico? Si, como aquella vez que casi caí
sobre ti por hacerle un millar de preguntas a la maestra. Ese día cruzamos
palabras y no me importó. Fue hasta aquel día que por el azar de la vida empecé
a notarte por tu indiscreción, tu manera de comerme con la mirada –aun y con lo
espantosa que lucía a veces…- y ese mal humor que me cargaba y que te di a
entender que no quería que te sentaras a mi lado. De la nada tú y yo estamos
hablando… Si, esa primera conversación estuvo tan llena de tensión. ¿Recuerdas
que seguía detestándote? Y tú ese día me abrazaste muy fuerte, siendo que
apenas me conocías. Me invitaste a conversar, respondí un “No”. Llegué a casa
molesta porque me habías hecho pasar por una hora incomoda. Desde ese día
fuiste hacia mi insistentemente –yo odiaba eso de ti-, pero en el fondo también
me encantaba que siguieras ahí a pesar de lo compleja que soy.
¿Recuerdas
ese libro griego? Me insististe por leerlo conmigo a sabiendas de que yo sabía
que tú lo tenías. Te acercaste demasiado, fuiste incomodo, fuiste repelente
pero esto no evitó que yo llegara a sentir algo por ti. Fue un miércoles cuando
sentí tantos celos de esa chica que andaba atrás de ti. Yo te ignoraba, y lo
sabias… ¿Por qué seguirías atrás mío? ¡Vaya miércoles! ¡Les fulminaba con la
mirada! Ella me detestaba por la decena de veces que fue ignorada porque tú querías
irte conmigo y de ninguna manera lo había notado. ¿Franqueza? Ese miércoles
llegando a casa tomé una decisión. Me dije a mi misma que iría tras tuyo,
porque supe que ese repelente chico me gustaba y no deseaba reconocerlo.
Era jueves.
Te brindé una gran sonrisa y me dediqué a mirarte detenidamente cuando tú lo hacías.
Repentinamente, la agradable persona que no conocías llegó a presentarse. Los días
marchaban bien, con el gran problema de que siempre había alguien a nuestro
alrededor. Fue difícil poder pasar horas juntos y esas horas fueron increíbles.
Cada día esa conexión se hacía más fuerte, de hecho, al verte a los ojos lo demás
desaparecía para mí. Eras tú esa persona que yo tanto habría buscado. Habías
hecho sacrificios que nadie alguna vez hizo por mí y esa atención que florecía
de ti hacia mí era perfecta. Siempre se trataba de hacerme reír, de decirme que
yo era la única persona con quien reías instantáneamente –es algo que dices
hasta el momento-, me respetabas, para ti era estar juntos siempre y nunca
pensaste que esto acabaría mal. Fui feliz, fui feliz como nunca pude serlo y rápidamente
estábamos tan enamorados. Llamadas nocturnas, en donde hablábamos de tanta
estupidez. Mensajes en donde no dejaste de repetir que no sabrías que sería de
ti sin mí. Fui como una miel andante por ti. A ti te di mi cariño desprendidamente.
Ese fue
mi más grande error. Todo era tan perfecto, no sin que la vida me demostrara
que no era tan ideal, que no era tan perfecto. Comenzamos a chocar –somos sumamente
diferentes-, y tú en vez de desear que esto se detuviera, convertías todo lo
diminuto en aquello tan enorme. Todo para ti era decirme que yo era la del
problema, yo estaba mal y tú eras el bueno. ¿Acaso pensaste que verdaderamente tú
me hacías llorar a diario? ¿Quién desea sentir que no es lo suficientemente
buena? ¿Quién? Dímelo, porque yo no puedo con eso.
Es por
eso que esta barrera entre nosotros empezó a construirse. Yo te quería conmigo,
y tú solo me querías para ti. Querías que mi vida fueras tú, y tú y tú y más tú.
¡Me dolía! ¿Lo sabias? ¿Tenías idea de lo que era para mí ver cómo te alejabas
porque no soportabas un ‘no’? ¿Tienes idea de lo que se siente arrebatarme esas
ilusiones con los días? ¿Por qué lo hiciste si me querías? Yo te quise de
verdad, tal vez tú no podías quererme y nunca vas a poder quererme
verdaderamente.
No
puedes, eso se trataba de ti. El egoísmo te reinaba. Aunque soy testaruda,
orgullosa y complicada, por ti dejé a un aquello que me hacía colocar una
barrera entre ambos. Yo deseaba como nunca antes que esto fuese una realidad. Abrí
mi corazón, y… ¿Tu qué hiciste? Lo tomaste y lo desechaste. Luego deseaste
volverlo a tomar y nuevamente lo desechaste… Era un juego de nunca acabar. Me quebré,
y me dije que era una estúpida por estar enamorada de alguien que jamás valoraría
nada de lo que hice o dejara de hacer. Nadie es mejor que tú, ¿Cierto? Y eso me
rompió el corazón.
Seguías
buscándome, y no entendía porque lo hacías. Me insistías por estar cerca
nuevamente y eso me dolía aún más. Esto era lo que nunca esperé que harías, y
es ahí en donde comprendí que no debía esperar nada de nadie. Comprendí que tu
no me hacías ningún bien… Esa era la realidad que me costaba aceptar. Durante
algunos meses el tenerte lejos me hizo cambiar, mucho dejó de importarme y fingía
estar bien porque detesto que todo se trate de mí. De repente decidí que te buscaría
de nuevo. Fueron miles de intentos fallidos. ¿En que estaba pensando? Te quería
tanto como para olvidar el pasado y tú seguías sin cambiar. Fue en ese instante
que supe que jamás esperaría nada de nadie.
Desde
que nuestra historia se convirtió en el pasado, cambié radicalmente. Desde ese
entonces soy fría, mucho más orgullosa, sin necesidad de enamorarme
verdaderamente –a pesar de creer en el amor-, y llegado a tener miedo de volver
a enamorarme. Fue inevitable que quise
intentarlo en muchas otras ocasiones –otros errores-, y debía darme una
oportunidad, pero mi corazón sigue cerrado. Todo, gracias a que lo rompiste
como nadie lo hizo. ¿Cómo debes de sentirte? ¿Cómo debes de darte cuenta que
dejaste ir a quien desde siempre te hizo sentir único?
Puedo
decir que de ti enamoré por primera vez, pero es pasado. Hoy puedes verme y
saber que no me importas demasiado, que quizás un leve cariño siga presente
pero nada que conlleve enamoramiento. En cambio, tu deseas verme y tu mirada es
tan penetrante, y tu sonrisa tan enorme al tenerme frente a ti. Dicen por ahí que
conmigo eres diferente, ¿Qué más da? Me he ido felizmente de tu camino y no pretendo
volver. No me permitiré traer los grandes y hermosos recuerdos para confundirme…
¡No más!
Hoy
quiero ser feliz teniéndote completamente lejos, quiero ser mejor ser humano y
si Dios desea, me volveré a enamorar. He cerrado un ciclo de mi vida que fue
tormentoso, ese ciclo eres tú. Deseo que seas feliz, pero te recuerdo como yo
nadie te querrá. Lo sé y lo siento profundamente. Te quise como eras, tú
deseabas cambiarme. Un día vas a recordarme y vas a darte cuenta de lo que
perdiste, en cambio, yo seguiré feliz de poder haberte superado y de haber
escrito esta carta final para nuestra historia, porque esto ya es historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario